
La aventura no fue sencilla. Primero porque la expedición tuvo que cambiar de objetivo. El primero era el Singu-chuli, de 6550 metros, era imposible de afrontar por problemas técnicos insuperables, por las peligrosas grietas, que impidieron acceder a la pared. El grupo no se desmoralizó y el Rhaski-Peak, de apariencia más sencilla, también planteó batalla. Al ser una nueva ruta, no había una senda marcada, con todos los riesgos que ello conllevaba, al abrir paso desconociendo si en cualquier pisada por la nieve aguardaba una caída al vacío: "Afortunadamente no hubo incidencias destacadas y la temperatura fue magnífica. Después de alcanzar el Campo 1 -4.600 metros- sufrimos una lluvia continua de piedras y la cuerda fija se cortó dos veces", relata Lillo.
Con la vigilante compañía de la silueta del mítico Annapurna, la expedición atacó la cumbre el 29 de octubre y fue completada tras siete horas de ascensión con temperatura inferiores a los veinte grados bajo cero: "A nivel alpino es un hito. Todo ha funcionado a la perfección", añade. En la cima, como ya es costumbre, se clavó una Senyera y la bandera de Aspanion, la Asociación de Padres de Niños con cáncer de la Comunitat Valenciana, a quienes va dedicada cada ascensión. El grupo también elaborará un nuevo documental sobre la aventura que exhibirá al público en el mes de febrero y ya piensa en el próximo desafío, para 2010, en los Andes.
.- Levante-EMV